Si buscas una escapada auténtica, de esas que te reconcilian con el ritmo lento y el buen comer, Navarra es tu destino. Esta tierra no solo está hecha de verdes intensos y montañas que parecen sacadas de una postal, sino también de pueblos con encanto real, sin artificios, donde todavía se saluda al cruzarse por la calle. Aquí te cuento cuáles son los mejores pueblos bonitos de Navarra para un fin de semana, cómo llegar, qué no perderte y algún truco para saborear cada rincón como un local.
Olite: el castillo de cuento y el vino en cada esquina
Olite es uno de esos pueblos medievales que parecen diseñados para perderse entre callejuelas de piedra y balcones con flores. Su Palacio Real es el gran protagonista, una fortaleza que rivaliza en belleza con cualquier castillo de Francia, y que puedes recorrer a tu aire. No te vayas sin asomarte a sus torres: las vistas sobre los tejados y viñedos de la Ribera navarra son de foto (pero de las de verdad, no de Instagram).
En Olite, el vino es religión. Apúntate a una visita a alguna bodega familiar y prueba los tintos y rosados de la zona. Para comer, reserva en algún restaurante con menú de temporada: el cordero al chilindrón o unas alcachofas frescas son acierto seguro. Si vas en verano, el ambiente medieval se multiplica durante la Fiesta de la Vendimia o el Festival de Teatro.
Ujué: un mirador sobre la Navarra más auténtica
Subir a Ujué es como viajar atrás en el tiempo. Este pequeño pueblo en lo alto de una colina es famoso por su iglesia-fortaleza, que parece más un castillo que un templo. Recorre las calles empedradas, detente en las panaderías (las migas y las rosquillas son legendarias) y disfruta de la panorámica: en días claros, ves desde los Pirineos hasta la Ribera.
Consejo de viajero: si puedes, haz la ruta a pie desde San Martín de Unx o Gallipienzo, y llega a Ujué como los peregrinos de antes. El esfuerzo merece la pena y el premio es doble: paisaje y almuerzo de pueblo.
Elizondo y el Valle de Baztán: naturaleza, leyendas y buena mesa
Si buscas ese verde casi irreal y pueblos donde la vida va despacio, apunta Elizondo y su entorno en el Valle de Baztán. Casas señoriales, ríos de aguas frescas, pastelerías con fama (prueba los famosos “urrakin egina”, bombones de chocolate y avellana) y rutas senderistas para todos los niveles. Elizondo es perfecto como base para explorar el valle y sus pueblos vecinos: Amaiur, Arizkun, Erratzu… cada uno con su encanto.
El Baztán es tierra de leyendas y brujas. Si te va el misterio, acércate a la cueva de Zugarramurdi o sigue la ruta de las brujas. Y si te gusta el cine, reconocerás escenarios de la Trilogía del Baztán. Para comer, busca un asador tradicional: la ternera navarra y el queso Idiazábal no fallan.
Puente la Reina: el cruce de caminos del Camino de Santiago
Puente la Reina (Gares) es parada obligada para los peregrinos que recorren el Camino de Santiago. Su puente románico sobre el río Arga es uno de los más bonitos de España y el pueblo tiene ese ambiente de mezcla, de historias compartidas. Pasea por la Calle Mayor, entra en alguna de sus iglesias y tómate un vino en una terraza viendo pasar a los caminantes.
Si te animas a caminar un tramo del Camino, los alrededores están llenos de campos de cereal y pequeñas ermitas. Y si vas en coche, aprovecha para visitar pueblos cercanos como Cirauqui o Estella-Lizarra, con mucho encanto y menos turismo.
Ochagavía: el Pirineo en estado puro
Ochagavía es uno de los pueblos más bonitos del Pirineo navarro, punto de partida perfecto para descubrir la Selva de Irati, uno de los hayedos-abetales más grandes de Europa. El pueblo es pequeño pero tiene de todo: casas de piedra con tejados a dos aguas, el río Anduña cruzando el centro, y tabernas donde reponer fuerzas con una buena trucha o un plato de migas.
En otoño, la Selva de Irati es un espectáculo de colores, pero cualquier época es buena para hacer rutas a pie o en bici. Si buscas tranquilidad, alójate en una casa rural de las de toda la vida y disfruta del silencio y del aire puro.
Consejos prácticos para organizar tu escapada por los pueblos de Navarra
Lo primero: olvídate de las prisas. Navarra se disfruta despacio, parando en cada pueblo, probando productos locales y charlando con la gente. Para moverte entre pueblos lo mejor es el coche, aunque algunas rutas (como el Valle de Baztán o el Camino de Santiago) se pueden recorrer en bici o a pie si te va la aventura.
Alojarte en casas rurales o pequeños hoteles familiares es garantía de trato cercano y buenos desayunos. Reserva con tiempo si viajas en festivos o puentes, porque los mejores alojamientos vuelan. Y no te olvides de probar los productos de cada zona: vino en Olite, queso en Baztán, miel en Ujué, pacharán en cualquier rincón.
Por último, lleva ropa cómoda y prepárate para el clima cambiante: en Navarra puedes pasar del sol al chubasco en un par de horas, sobre todo en primavera y otoño.
Preguntas frecuentes sobre pueblos con encanto en Navarra
¿Cuáles son los pueblos más bonitos de Navarra para visitar en un fin de semana?
Olite, Ujué, Elizondo, Ochagavía y Puente la Reina son apuestas seguras. Si tienes tiempo, añade Gallipienzo, Amaiur o Roncal a tu ruta.
¿Cuál es la mejor época para visitar los pueblos navarros?
Cualquier época tiene su encanto, pero primavera y otoño son ideales por el clima suave y los paisajes. En verano hay más ambiente y fiestas, y en invierno, los pueblos del Pirineo tienen un aire especial.
¿Cómo moverse entre los pueblos de Navarra?
El coche es la opción más cómoda, pero hay rutas de senderismo y ciclismo muy recomendables, sobre todo en el Baztán y el Camino de Santiago. El transporte público es limitado entre pueblos pequeños.
¿Dónde comer bien en los pueblos de Navarra?
Busca restaurantes familiares y bares de los de toda la vida. En Olite, “Casa Zanito” o “Parador”; en Elizondo, “Santxotena”; en Ochagavía, “Restaurante Casa Sabina”. Pregunta siempre por el plato del día o las especialidades locales.
¿Qué souvenirs auténticos comprar en Navarra?
Queso de Roncal o Idiazábal, vino de la DO Navarra, pacharán, miel de Ujué, y dulces artesanos como las “tejas” de Elizondo o las rosquillas de Ujué. Todo cabe en la maleta… menos el paisaje, pero eso se te queda grabado.