Si tienes ganas de una escapada diferente y te apetece sumergirte en la historia sin renunciar a las cañas y el tapeo, Mérida es tu destino. Esta ciudad extremeña no solo presume de uno de los conjuntos arqueológicos romanos mejor conservados de Europa, sino que además tiene ese aire tranquilo y auténtico que se agradece cuando viajas sin prisas. Aquí te cuento cómo exprimir Mérida en 48 horas, mezclando ruinas, teatro, paseos y algún que otro rincón menos conocido. Vete preparando las zapatillas, porque vas a querer verlo todo.
Ruta imprescindible por el conjunto arqueológico romano
Lo primero que tienes que saber es que en Mérida todo gira en torno a sus restos romanos. La ciudad fue fundada en el año 25 a.C. como Emerita Augusta y, a día de hoy, puedes pasear entre templos, teatros y puentes que llevan más de 2.000 años en pie. El epicentro es el Teatro Romano, una joya que sigue acogiendo espectáculos y que impresiona tanto vacío como lleno de gente. Justo al lado tienes el Anfiteatro, donde los gladiadores se jugaban el pellejo, y el Museo Nacional de Arte Romano, que merece la visita aunque solo sea por su espectacular arquitectura y la colección de mosaicos.
Si compras la entrada conjunta (muy recomendable), puedes acceder también al Templo de Diana, el Circo Romano (imagina carreras de cuadrigas a toda velocidad), el Acueducto de los Milagros y la Casa del Mitreo, una domus romana con frescos y un jardín central. Todo esto se puede ver caminando, así que olvídate del coche y disfruta del paseo. Si tienes poco tiempo, prioriza el teatro, el anfiteatro y el templo, pero si te mola la arqueología, reserva un rato para el circo y el acueducto al atardecer: las fotos son de postal.
Qué no perderse en el centro histórico de Mérida
Más allá de las ruinas, el centro de Mérida es perfecto para callejear sin rumbo. La Plaza de España es el corazón de la ciudad, rodeada de terrazas donde probar las migas extremeñas o una buena tapa de jamón. Desde aquí puedes acercarte a la Concatedral de Santa María y la Alcazaba Árabe, una fortaleza del siglo IX que ofrece unas vistas top del río Guadiana y el famoso Puente Romano. Este puente, por cierto, es el más largo que dejaron los romanos en la península y sigue abierto al paso peatonal, ideal para un paseo al atardecer.
Si te apetece algo diferente, busca la calle Santa Eulalia, llena de tiendas y bares, y no te pierdas la Basílica de Santa Eulalia, lugar de peregrinación y con una cripta que guarda más historia de la que parece.
¿Dónde comer bien en Mérida sin caer en trampas para turistas?
Comer en Mérida es un placer sencillo: aquí se come mucho y bien, sin complicaciones. Para un tapeo auténtico, pásate por De Tripas Corazón o La Bodeguilla, donde el ambiente es local y la carta apuesta por productos de la tierra. Si quieres algo más formal, Casa Benito nunca falla con su bacalao dorado y los vinos de la zona. Y si eres de los que no perdonan el dulce, busca la pastelería La Flor de Mérida y prueba sus perrunillas.
Un consejo: reserva si viajas en fin de semana, sobre todo en temporada alta o si coincide con el Festival de Teatro. Y no te cortes en preguntar al camarero por platos fuera de carta, suelen tener sorpresas.
Planes alternativos: naturaleza y rincones menos conocidos
Si te apetece desconectar del turismo más clásico, Mérida tiene opciones para todos los gustos. Puedes alquilar una bici y recorrer la Vía de la Plata en dirección a Proserpina, un embalse romano donde los locales van a bañarse y a tomar algo en verano. Es un sitio tranquilo, perfecto para un picnic o para ver la puesta de sol.
Otra opción es cruzar el Paseo de Roma y perderte por la orilla del Guadiana, donde hay senderos y zonas verdes ideales para pasear o correr. Si te gusta la fotografía, apunta el Acueducto de San Lázaro y el Arco de Trajano, menos conocidos pero muy fotogénicos, sobre todo a primera hora de la mañana.
Consejos prácticos para organizar tu visita a Mérida
Para aprovechar al máximo tus 48 horas en Mérida, lo mejor es dejar el coche aparcado y moverte a pie. El centro es compacto y casi todos los puntos de interés están cerca. Si llegas en tren, la estación está a 10 minutos andando del teatro. En cuanto a alojamiento, busca en el casco histórico: hay hoteles pequeños y apartamentos con mucho encanto donde puedes ir a tu aire.
Si viajas en verano, lleva gorra y agua: el calor aprieta y las sombras escasean en las ruinas. Y si puedes, intenta cuadrar la visita con el Festival Internacional de Teatro Clásico (de junio a agosto), una experiencia única para ver una obra en el teatro romano bajo las estrellas. Eso sí, compra las entradas con antelación porque vuelan.
Por último, no te vayas sin probar el vino de la tierra y, si tienes tiempo extra, acércate a Alange (a 20 minutos en coche) para darte un baño en sus termas romanas. Un broche perfecto para una escapada con historia, sabor y mucha autenticidad.